Atención! Lo que sigue a continuación es el informe homenaje al estadista italiano Silvio Berlusconi por su 75º Natalicio transmitido hoy en No Somos Nadie. Para una apreciación completa, imprescindible de disfrutar con cortina musical a tono. Saludos!
El 29 de septiembre de 1936, la estrella de la fortuna descendía en Milán. Nacía el hombre que escribiría un capítulo en la vida de cientos de mujeres. Aquel que redefiniría la cultura mediterránea fusionandola con rituales africanos como el Bunga Bunga. Llegaba a nuestro mundo, Silvio Berlusconi.
El hombre fue honestamente brutal o brutalmente honesto. Y en seguida lo condenaron por ello. Pero en definitiva, se animó a decir, por exceso ególatra o sincericido culposo, lo que muchos piensan sobre la crisis que atraviesa el mundo: alguien está ganando dinero con todo esto, y mucho.
Su nombre: Alessio Rastani, un agente de bolsa independiente que en los últimos días causo estupor tras dar una entrevista en la BBC donde disparó preceptos como "La crisis es un
sueño hecho realidad para aquellos que quieren hacer dinero. Ese es nuestro
trabajo", "el fondo de rescate (europeo) no va a funcionar y el euro se va a estrellar, porque los mercados se rigen ahora por el miedo" y "en menos de 12 meses, los ahorros de millones de personas se desvanecerán. Los líderes políticos no gobiernan el mundo. Goldman Sachs lo hace".
En fin, Rastani no descubrió la pólvora. Quienes lo hicieron, y vaya paradoja, fueron los chinos los que lo hicieron. Los mismos que tienen parábolas para todas las cosas, incluso, para las crisis que pueden ser oportunidades de crecimiento. Pero sus palabras, en momentos en los que la troika FMI-BCE-CE presiona con una nueva ola de ajustes a los países castigados no hace poco menos que quitarles respeto a sus recetas y relegitimar la voz de quienes se oponen.
En este contexto, la inesperada campaña de los millonarios del mundo para pagar voluntariamente más impuestos es, cuanto
menos, sorpresiva. ¿Qué esconden detrás de esta súbita filantropía quienes ayer apelaron a todo tipo de artilugios para esquivar al fisco y ganar favores tributarios de sus gobiernos? Digo, ¿alguien puede creer realmente en el argumento patriótico o, siquiera, en un ejercicio autoimpuesto de armonización del karma en contextos en los que miles de estadounidenses y europeos ven desvancer sus ahorros, casas, sueños y proyectos de vida mientras ellos continúan cobrando bonos millonarios de empresas rescatadas por el gobierno cuando las llamas se avivaban? Difícil.
Los lápices argentinos no dejan de escribir. Tampoco los chilenos. Los estudiantes volvieron a marchar de este lado de la Cordillera para recordar la lucha que sentenció a quienes los precedieron en las aulas en plena dictadura. La noche de los lápices, un episodio que da cuenta de muchos otros que quizás no se sepan. En Santiago, también los estudiantes siguen marchando aunque los medios de aquí ya no elijan reflejarlo tanto. Por sobre las fronteras, las consignas convergen en torno a una idea en común: la relevancia de la educación como el instrumento de cambio por excelencia y la biológica irreverencia del espíritu juvenil que no claudica ante sus utopías.
A continuación, les dejo la nota sobre una de los rostros de la rebeldía chilena, Camila Vallejo, quizás el más promocionado aunque dista de ser solitario. Sus propias definiciones y las de quienes la conocen, sus orígenes e historia ayudan a entender el fuego de su lucha. Acompañando, la descripción del Golem que enfrentan: el lado oscuro de un sistema educativo que hace tiempo dejó en manos del mercado la formación de nuevas generaciones. Para leer, reflexionar, debatir y compartir. Abrazos!
La rebelión estudiantil está condenada. Cambiar las reglas de juego en la educación chilena es bajar la persiana al negocio de la “corporación financiera educativa”, un conglomerado en el cual banqueros, empresarios y políticos de todos los partidos comparten mesa. ¿Por qué la Concertación guarda silencio en medio de la convulsionada Santiago y apenas se escuchan voces menores condenando la represión? ¿Por qué Sebastián Piñera insiste en que la educación gratuita es un anhelo que no puede volverse realidad? A esta altura no se trata solo de una lucha ideológica y ni siquiera el discurso de la meritocracia basta para explicar por qué algunos aún defienden con uñas y dientes un sistema que deja en el camino a gran parte de los estudiantes y endeuda fuertemente al resto. Son negocios, después de todo.
Es falsa la idea que la movilización estudiantil es un tema de izquierda o derecha. En 2006, la Rebelión de los Pingüinos secundarios, sacaron a las calles el mismo reclamo frente al recién estrenado gobierno de Michelle Bachelet, primera mujer presidente de la Concertación y un cambio significativo para la política trasandina. Curioso giro del destino o lógico paso cronológico, es probable que muchos de aquellos “pingüinos” hoy se movilizan desde las aulas magnas. Otros, tal vez, ni siquiera hayan tenido la oportunidad de continuar sus estudios luego del secundario.
En definitiva, lo que ellos piden no es algo insólito en Chile. Antes de Pinochet, la educación gratuita era una realidad. Pero lo gratuito perjudica el negocio. Hoy, de las aproximadamente 60 universidades que existen en el país, el 60 por ciento de ellas fueron construidas en los últimos 30 años. Tres cuartas partes de ellas se financian solo con las cuotas de sus estudiantes que pueden rondar entre los 300 y los 1200 dólares. Veinticinco son las denominadas “tradicionales” por sus años de historia y excelencia (Universidad de Chile, Católica, etc) Por recibir Aportes fiscales directos y ser acreedoras de créditos del estado a tasa blanda, ingresar a alguna de ellas es la gran aspiración del grueso de los jóvenes ya que no solo implica mejor calidad académica pero también menor deuda a futuro.
La semana que pasó, Rupert Murdoch fue noticia. Y lo seguirá siendo seguramente esta y, dependiendo de cuán profundo excarve la investigación de los Comunes en el Reino Unido quizás lo siga siendo durante algunos meses más, posiblemente no ya en las portadas de sus diarios, pero sí en una página interna, tal vez una breve o, al menos, un pirulito perdido por algún lugar. Ironía paradójica la del zar que supo edificar su imperio mediático sobre la base de titulares sensacionalistas: hoy, ni las letras de molde impresas en sus rotativas pueden esquivar las tapas que reflejan sus desventuras. La taleónica ley de quienes matan a hierro y ya conocen de antemano su final.
¿Cuál es la delgada línea que separa la audacia del delito para un periodista y de manera extensiva, para el medio que lo alberga y publica sus noticias? La ética, a propósito del "todo vale" murdochiano que justifica el espionaje para la obtención de datos, no deja de ser una palabra tan abarcativa como vacía si no va acompañada por la convicción de quien la manifiesta. La ética se pone a prueba en cada momento en el periodismo y, sin dudas, esta invitada a dar su testimonio en el juicio colectivo que la sociedad británica practica sobre Rupert Murdoch por las infidencias publicadas en The Sun, The Sunday Times y News of the World, tres de los cuatro diarios de News Corp, su conglomerado mediático, filial británica.
Hablando con Robert Cox, ex director del Buenos Aires Herald en tiempos de la dictadura argentina y conocedor del zar del sensacionalismo en su versión europea y americana (con The Wall Street Journal y Fox News en Estados Unidos, donde vive hoy) no ocultó para nada su escasa piel con el magnate mediático: “su problema es que es un hombre que busca más, más y más poder, lo hace excesivamente en una conquista sin reglas”, me comentó (ver su Opi en el artículo de NOTICIAS). A Cox no le produce escozor alguno los medios que exploten el amarillismo, no los rechaza al menos, pero marca un claro límite ético que se extiende tanto a tabloides populares como a tradicionales sábanas con siglos de historia. Y esta línea infranqueable es la ley. “Es lo que no se debe cruzar”.
Razonablemente, su perspectiva es diametralmente opuesta a la filosofía Murdoch de contratar los servicios de detectives privados, algunos incluso con sospechas de asesinato, para pinchar teléfonos de celebridades, políticos, deportistas, empresarios pero también familiares de víctimas de los atentados de Londres en 2005 y lograr impacto. Hace rato que la ley dejó de ser una frontera para Murdoch pero también para quienes comulgaron con sus creencias y las llevaron a la práctica. Uno de ellos, el periodista Paul McMullan, así lo resumió como ex miembro del equipo de investigación
del News of the World antes de retirarse.“La privacidad es el lugar donde hacemos cosas malas. Para tener una sociedad realmente abierta y libre, debemos tratar a la privacidad como un demonio”, argumentó en octubre de 2010 durante un congreso sobre la profesión que tuvo lugar en Londres.
La línea se desdibuja frente al ensayo de argumentos de cruzada moral. Pero nuevamente, ¿es tarea del periodista colocarse a sí mismo por encima del resto de la sociedad para velar por su correcta evolución, corregir los excesos, como una suerte de Leviathan moral? Y en el último de los casos, ¿qué credenciales tiene para ejercer la potestad de juicio, condena y publicación en tapa? La cruzada moral puede traer peligrosas consecuencias, por caso, la difusión que el propio News of the World hizo algún tiempo atrás de 50 pederastas británicos con foto, nombres y direcciones. Al poco tiempo, se confirmó que no todos lo eran. Y Murdoch perdió dinero en resarcimientos. Pero el daño de la condena social que recayó sobre los inocentes ya estaba consumado.
En su columna“La venganza de los serios”, John Carlin desnuda con la agudeza que sólo brinda la experiencia la intrincadamente simple forma de operar de las mentes forjadas en la cultura Murdoch, recordando sus años en The Independent cuando tenían como jefe de redacción a Kelvin MacKenzie, ex director de The Sun, propiedad del australiano. “Nos creíamos tan listos, con nuestros títulos universitarios de Oxford y Cambridge y nuestros matizados argumentos, pero lo que el gran público quería era simplísimo —generar polémicas donde no las había— e historias escandalosas de famosos y fotos de mujeres con los pechos al descubierto”. Esa es la fórmula del éxito para los medios que comparten la doctrina de Murdoch en Estados Unidos, Inglaterra y el resto del mundo. Una vez más, es inevitable percibir el eco cuando se pronuncia "ética" pero los titulares no lo reflejan en el quehacer diario.
Iba a comenzar diciendo que adelantaba el posteo de mis domingos predilectos al viernes solo para evitar la congestión de atención en cuestiones electorales de este fin de semana porteño pero mejor arranco con unas disculpas obligadas por el mes que pasó sin novedades. No es que no las hubiera, pero fue imposible conciliar este grato espacio de tribuna con demás obligaciones académicas. En fin, aquí va este capítulo dedicado al Fondo Monetario Internacional y su nueva moradora, Christine Lagarde. Van además, dos notas publicadas en la revista NOTICIAS como complemento: la ironía de presentar un nuevo manual de buen comportamiento para los empleados del Fondo Monetario Internacional (mientras su director gerente era encarcelado por denuncias de abuso, intento de violación y violencia de género) pero donde increíblemente subsisten avales a ciertas prácticas de acoso y una segunda nota sobre la imagen de DSK en su país y cómo el escándalo no hizo mella en su popularidad. ¿Cuestión cultural?
Pero volvamos a centrarnos en el Fondo Monetario Internacional. Imposible aplicar con ellos la analogía de aquel viejo chiste del hombre que gritaba y se enfurecía en su hogar pero que, al irse al fondo, acariciaba al perro. El Fondo Monetario Internacional se asfixia en sus propias promesas incumplidas, para peor, inmortalizadas en documentos. Ni en el fondo, ni delante y ni en el medio son buenos. Ni hablar ya de las pompas que sonaban por 2008 cuando el G20 clamaba por una refundación del capitalismo. Europa
(y Estados Unidos) barrieron las palabras bajo la alfombra al imponer su candidato, Christine Lagarde. Los emergentes, con sus anhelos, deberán seguir en la cola aunque parte de la culpa también recae en ellos por suscribir parcialmente a la nominación de Francia.
Apelemos a los números, el lenguaje que mejor entiende el Fondo, para explicar el argumento. En el FMI el poder de votación NO se rige por la norma 1 país – 1 voto sino por la cantidad de dinero que cada Estado aporta. Así, el 51,8 por ciento del poder de decisión es monopolizado hoy por los diez mayores aportantes, diez países que rigen un organismo multilateral conformado por 187 socios. Dentro del Top Ten, los únicos emergentes, a quienes se debía premiar por su solvencia durante lo peor de la crisis (aunque nadie sabe a ciencia
cierta si realmente pasó lo peor o aún está por venir) son Rusia y China. Por su parte, India y Brasil (los otros dos integrantes del marketinero bloque BRIC) figuran unas posiciones por debajo. El socio mayoritario es Estados Unidos (16,7 por ciento de voto) pero Europa articulada en bloque lo supera. De hecho, Alemania (5,8), Francia (4,3), Reino Unido (4,3) e Italia (3,1) como parte de la Unión Europea se imponen con el 17, 5 por ciento del voto. Argentina apenas cosecha el 0,8 por ciento de decisión.
En 1945, la conferencia de Bretton Woods diseñó la nueva arquitectura mundial financiera. Y fueron las potencias las que se dividieron el mundo. Europa, por acuerdo tácito, se quedó con el Fondo Monetario Internacional y Estados Unidos con el Banco Mundial. Entonces no había BRIC emergente. Eso vino después. Ahora nadie quiere ceder poder. Y menos cuando se necesita del Fondo para que actue de prestamista de emergencia ante la crisis europea y sus gobiernos duermen más tranquilos con alguien de la propia carne en el trono
monetario. Además, ningún dinero es gratuito, sino que vienen con el consabido recetario de recortes y achiques. ¿Se imaginan la profunda herida al orgullo francés o germano si, por sobre todo, tuvieran que aceptar las órdenes de un hombre de Washington a cambio de recibir fondos para sostener al euro? Ya tuvieron que soportarlo durante estas últimas semanas cuando el norteamericano John Lipsky, número dos en el esquema, quedó transitoriamente a cargo por la salida abrupta de DSK.
Lagarde, en su primer conferencia de prensa, dejó en claro su propósito: "Mi preocupación será la deuda de los Estados europeos y la generación de empleo". Pero aún si uno no se hubiera quemado con leche creyéndole al Fondo en el pasado, no haría falta más que un simple "googleo" para dejar de creer a la flamante directora gerente. Desde 2008 a esta parte, el Fondo ha exigido ajustes estructurales a Europa a cambio de sus "préstamos salvatajes". El empleo que hoy le preocupa a Lagarde es el mismo que ellos contribuyen a generar. Y los "consejos" de reducción de salarios no se aplican a sus propios honorarios pese a que, quienes los recomiendan, provienen de la misma Europa que sugieren achicar a fuerza de machetazos.
Pero la ironía (o en su defecto el sarcasmo) de toda esta parábola no acaba allí: Lagarde cobrará un 11 por ciento más que su antecesor en el cargo: 385 mil euros al año o el equivalente a 32 mil euros por mes. Su equivalente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, gana 367 mil euros al año, o unos 30.600 por mes. El sueldo mínimo de los trabajadores de los países en riesgo (los "PIGS") es de 1461 euros en Irlanda, 862 euros en Grecia, 748 euros en España y 565 euros en Portugal, según datos de junio de la Eurostat. Aún reuniendo los ingresos de los cuatro trabajadores juntos no alcanzarían el 10 por ciento de lo que ganará Lagarde, la misma funcionaria que incita a los gobiernos a recortarlos. Y ni todo el ahorro completo del que mejor gana de ellos alcanza para juntar en un año entero el 60 por ciento de lo que la cabeza del FMI cobra en solo un mes de trabajo. Otras de las contradicciones que hacen a nuestro sistema.
No es fácil postear en época de parciales pero tampoco quiero dejar de hacerlo. Cuando uno arranca, termina siendo una adicción. ¿Sana? Seguro que no, pero qué daño pueden causar algunas palabras. Mucho tal vez, aunque esto no es el caso. Hace tiempo que estamos hablando de los Indignados de España. Ellos sí son un ejemplo de cómo las palabras y los gestos pueden golpear más fuerte que las armas. Nadie duda del efecto que supieron despertar, aquel sueño de horizontalidad que hace diez años despuntó en Argentina y que, con caprichosa repetitividad, elige a alguna sociedad para iluminar de tanto en tanto. El problema es siempre el mismo: pasada la euforia inicial, ¿cómo canalizar tanta fuerza espontánea sin que el monstruo de la burocracia devore la utopía?
Es una paradoja. Un sueño de cambio legítimo, nacido del desencanto pero también de la esperanza. Tanto capital político en estado puro y sin un instrumento para canalizarlo. En las últimas elecciones de España, Mariano Rajoy y sus acólitos del Partido Popular podrán haber celebrado los casi 10 puntos de diferencia que le aventajaron al socialismo. Pero si se quedan en la superficie de los números,
jamás podrán vislumbrar la verdad en las capas subterráneas, esa que describe que los miles de votos que le dijeron no a un socialismo con traje de Tercera Vía giddensiana que navega la crisis de Europa y España con (excesivo) respeto por los mercados, tampoco fue hacia sus arcas: se repartió en opciones regionales, partidos nacionalistas, voto blanco y nulo. La abstensión en 2011 (33%) fue incluso menor a la de los comicios municipales de 2007 (36%) lo que demuestra que el pueblo español pide más democracia, no atenta contra ella. El voto nulo y el blanco implica el esfuerzo de movilizarse hasta las urnas para dar un mensaje, algo que la cómoda abstensión no puede ilustrar con igual fuerza.
Es lo que Stéphane Hessel, autor del manifiesto más buscado en estos días, Indígnese!, intentó transmitir. Con sus 93 años, una vida en la resistencia francesa al nazismo, torturado en Buchenwald y protagonista de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, uno podría pensar qué puede sorprender a este hombre. Y sin embargo los indignados de España lo lograron. Y la indignación se expande por toda Europa y el mundo. Hay pocas epidemias tan gustosamente contagiosas como la fiebre democrática que impulsa a los pueblos a volver a soñar con la política. Esa que que no se circunscribe a los pasillos y oficinas de edificios arcaicos. Sino la que se gesta como un movimiento amorfo, colectivo e imaginativo que aún se permite soñar con el mañana con el mismo fuego apasionado de antaño.
Por eso, quiero compartir con ustedes estos 11 minutos de una de los análsis más exquisitos sobre tanta indignación. Eduardo Galeano, descubierto por una cámara mientras desandaba sus pasos por la plaza de Cataluña, sede del acampe en Barcelona. Una lección de intelectualidad arropada en poesía que no se puede dejar de escuchar. A disfrutarlo!
Esta es, sin dudas, una de las notas que más disfruté hacer. Digo, todas las que tengo la suerte de escribir me dejan un grado de mayor o menor conformidad (según circunstancias) una vez que las finalizo pero hay algunas de ellas, ciertas notas que, cuando uno las firma, lo hace con una satisfacción particular: sea porque realmente halló un dato revelador, porque pudo finalmente dialogar con ese entrevistado huidizo o tan ansiado o, sencillamente, porque haberla ideado, producido y finalmente elaborado le deja cierto gozo emocional. Este es el caso con "La liga de la justicia canina: perros que cazan terroristas".
Vayamos al punto: quiénes son estos perros. Sin ánimo de adelantarles demasiado de la nota para que puedan disfrutarla, sí me permito contarles algunos datos que, por cuestiones de espacio, tal vez no pude incorporar en profundidad. Revisando el desarrollo del operativo a cargo de los Navy Seals en Abbottabad, Pakistán, en la residencia de Osama Bin Laden, captó mi atención que entre las tropas de elite había un perro. No se sabe su nombre ni su raza (aunque de esto último hay ciertas suposiciones) pero sí que cumplió un papel fundamental
en la misión. Ahí nació mi curiosidad: resulta que los "perros de guerra" o "Military Working Dogs" (MWD) como los llaman en Estados Unidos, no son un invento del Pentágono. Ya los antiguos imperios los empleaban en sus filas como centinelas, mensajeros, rastreadores y demás funciones acorde a sus habilidades. Ejemplos son los casos de los romanos pero también de los griegos, los persas y, más recientemente en el tiempo, la Francia de Napoleón, Alemania y la Unión Soviética. En Estados Unidos, los primeros "perros de guerra" aparecieron en la Guerra Civil pero no fue hasta la Segunda Guerra que se incorporaron bajo un programa de entrenamiento especial. Hoy forman parte de las tropas estadounidenses y se encuentran desplegados por Afganistán e Irak, entre otros lugares.
Dejando a un lado el legítimo debate acerca de si los animales deberían ser empleados o no con estos fines, lo que
más me conmovió y que, de algún modo, intenté transmitir en estas dos páginas, surgió de mi diálogo telefónico con el ex marine Ron Aiello, veterano de Vietnam y presidente de la US War Dogs Association. El mismo fue un cuidador a cargo de un perro durante el conflicto, perro que se convirtió en mucho más que un animal: fue su amigo y su mejor compañero, así lo recordaba. En la conexión que él me describió con su "Stormy", en cómo le salvó la vida en una oportunidad en la que marchaba como siempre a la vanguardia de su pelotón y fue él quien le advirtió sobre una emboscada que hubiera sido fatal, en alguna forma, supe interpretar el lazo emocional que ciñe a cualquier hombre con su mascota. Y,de algún modo, cómo ese vínculo se fortalece hasta volverse único en una situación límite de vida o muerte en la que ya no es solo el perro el que depende del hombre para sobrevivir pero también a la inversa. Quizás por pecar yo mismo de fanático de estos animales, entendí lo que sus palabras insinuaban y no solo expresban, cuando habla de un sentimiento tan fuerte y de una conexión especial que sobrevive aún hoy en sus memoria. Y creo que quien alguna vez haya tenido la suerte de compartir una amistad semejante, sabrá entender a lo que me refiero. Espero que disfruten la nota. Saludos!
La que pasó fue una semana larga, con la muerte de Osama Bin Laden y el escenario que se abrió en Estados Unidos y el mundo. Y realmente estoy en deuda con el blog. Por eso este post viene bien cargadito, de info y de las notas que publicamos en la edición de la revista. Realmente, un documento visual muy interesante que les recomiendo comprar, si es que pueden hacerlo, porque vale la pena. Sino, acá va algo del material para que puedan disfrutarlo.
Barack Obama dio un salto de popularidad del 11 por ciento promedio tras anunciar que Estados Unidos había asesinado a un hombre. Entre el electorado republicano, el impulso fue mayor: del 16 al 24 por ciento de aprobación. No se trataba, por supuesto, de cualquier hombre. Era el terrorista más buscado por Washington y, quizás, por todo el mundo Occidental. Responsable de la muerte de 3000 personas el 11 de septiembre de 2001, y de otras tantas vidas perdidas más en atentados que antecedieron a aquella jornada bisagra del Siglo XXI. Pero el modo cómo se condujo la operación y las contradicciones posteriores para explicarla por parte de los funcionarios de la Casa Blanca deja razonables dudas respecto a si jalar del gatillo fue la primera, la segunda o la única opción.
Sorprende a algunos que Obama haya adoptado la letal resolución. Pero en rigor, fue consecuente con sus promesas de campaña: en 2008, como candidato demócrata, ya había dictado su sentencia de muerte contra el máximo responsable del "Terror". El episodio, juicios de valor, ética y hasta legalidad aparte, es útil también para demoler algunos mitos del bipartidismo estadounidense según el cual los republicanos son los más propensos a jalar del gatillo frente a sus contedientes demócratas.
En su columna del Washington Post, Ezra Kelin aseguró hace no mucho tiempo que “Obama es un republicano moderado de los ‘90”. En su alegato, focalizaba en aspectos más económicos como los impuestos y el impulso a energías menos contaminantes en la industria para asemejarlo al pensamiento de los republicanos menos ortodoxos de aquel entonces. Pero su afirmación me resulta útil para sumar un nuevo aspecto: el de la Seguridad. ¿Es Obama también un republicano en materia de Seguridad o, en esencia, simplemente un presidente norteamericano?
Es de por si moralmente contradictorio ver a un Premio Nobel de la Paz justificando el asesinato de un hombre, fuera quien fuera, y comandando más guerras que su antecesor (Afganistán, Irak, Libia y Pakistán). Pero no es menos reprochable tampoco que, habiendo fustigado en tantas oportunidades los medios ilegales de Bush y los NeoCon en la "Guerra contra el Terror", el presidente demócrata apele a ellos con la misma regularidad: Guantánamo sigue abierto, los tribunales militares son hoy la única opción de justicia para sus cautivos y hasta el léxico de “combatiente enemigo”, con el sesgo de derechos que contempla, no se ha modificado.
Obama es sólo un caso. Pero, ¿es la excepción o la regla entre los demócratas? Que la historia juzgue: en los últimos cincuenta años, cinco de los diez presidentes que tuvo Estados Unidos, algunos de ellos reelegidos, fueron demócratas. Y ninguno de ellos gobernó sin jalar del gatillo.
Evitemos la década infame. Bill Clinton (1993-2001) fue el último líder demócrata en el Salón Oval antes de Obama. Sólo en el final de su mandato, sobresalen dos casos emblemáticos: Kosovo e Irak. Desde el 24 de marzo y hasta el 10 de junio de 1999, Washington encabezó las fuerzas de la OTAN que arrasaron con Tomahawks los Balcanes. El argumento humanitario fue cesar el genocidio de Slobodan Milosevic pero hubo otra explicación de arrolladora sinceridad de la entonces Secretaria de Estado, Madeleine Albright:
“¿para qué nos sirve tener el mejor ejército si no podemos usarlo?”. Semejante incontinencia bélica no debería haber sido tal teniendo en cuenta que apenas unos meses antes, en diciembre de 1998, ya Washington había saldado sus adicción en el desierto iraquí con su "Operación Zorro del Desierto", una campaña de cuatro días de intenso fuego para castigar a Saddam Hussein por incumplir con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
De Clinton a Jimmy Carter (1977-1981) mediaron dos turnos de Reagan y uno de Bush padre. También el demócrata que impulsó los Derechos Humanos en las dictaduras del subcontinente sudamericano y a quienes los estadounidenses reprocharon su actitud "pasiva" durante los más de 400 días de toma con rehenes de la embajada del país en Teherán en medio de la Revolución Islámica, no dudó en acariciar el gatillo cuando fue necesario. De sus años, data una de las operaciones más costosas de la CIA denominada "Ciclón": el suministro de armas a los militantes muyahidines afganos canalizado a través de los servicios de inteligenciapaquistaníes (ISI) y de los cuales luego surgiría parte de la red terrorista Al Qaeda. “Esa operación secreta fue una excelente idea. El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, escribí al presidente Carter que ahora teníamos la oportunidad de dar a la Unión Soviética su Guerra de Vietnam”, comentó varios años después el entonces asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, entrevistado por Le Nouvel Observateur, una de las mentes más lúcidas de la bipolaridad.
Más atrás en el tiempo, nuevamente hay que saltear dos gestiones republicanas (Ford y Nixon) para toparse con otra administración demócrata. Lyndon Johnson (1963-1969),vice de John Fitzgerald Kennedy y reelecto tras completar su mandato. En sus manos, descansó la firma deinvadir Santo Domingo en 1965, bajo pretexto de una nueva amenaza comunista centroamericana. Y, por supuesto, fue también durante su años que estalló definitivamente el conflicto de Vietnam que venía cocinandose de años anteriores y se prolongaría por 11 años. El último en el rastreo
cronológico es JFK. Paradójicamente, un punto de contacto con el actual presidente, Barack Obama. Ambos jóvenes senadores fueron considerados en sus tiempos íconos de cambios paradigmáticos en la política y sendas amenazas para los intereses armamentísticos. Con todo, también Kennedy jaló del gatillo. La frustrada invasión de Bahía de Cochinos en 1961, un desembarco de fuerzas anticastristas con entrenamiento estadounidense en Cuba para derrocar a los Castro fue su decisión política. Así como dos años después, en 1963, la resolución de respaldar a través de la CIA el golpe de estado iraquí en manos de los militantes baazistas contra el general Abdul Karim Qasim, el mismo que había depuesto cinco años antes a la monarquía local. Entre los responsables de la limpieza política de opositores que siguió a la rebelión con listas provistas por Langley se cree que figuró el propio Saddam Hussein.
Obama, Clinton, Carter, Johnson y Kennedy. La historia es contundente en pruebas. La decisión del gatillo no es monopolio republicano. En un país donde aún impera la pena de muerte, es un modo de impartir justicia legítimamente. Obama no es republicano. Es un presidente norteamericano.
Y se va la tercera. Lo prometido es deuda. Les dejo mi artículo publicado en NOTICIAS sobre los poderes reales en el Siglo XXI, una discusión más que interesante que tuvimos en "No somos nadie" esta semana, a partir de la boda en la realeza británica. Como siempre, si quieren acceder al documento no tienen más que hacer 'click' encima para agrandar la imagen. Abrazos!
¿Para qué sirve una monarquía? O, desde otra perspectiva, ¿sirve hoy tener una monarquía? Es interesante la mirada del historiador británico Timothy Garton Ash a propósito de la unión de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton, analizando la superviviencia de una de las Casas más emblemáticas: los Windsor, la "madre de todas las monarquías", como algunos la describieron. Se podrán compartir o no sus argumentos pero no por ello dejar de atenderlos cuando fundamenta la continuidad de la realeza en su significativa contribución al "soft power" británico, el poder de atracción, y sus siempre atractivos ingresos monetarios para el turismo.
A la larga, el balance resulta, si bien no del todo positivo al menos redituable frente a una cabeza de estado presidencialista que tampoco está exenta de cuestionamientos y, en el último de los casos, es mucho más propensa a los tropiezos de corrupción por su activa vinculación política.
En pleno Siglo XXI, 44 estados reconocen a la monarquía como su forma de gobierno: en Europa (España, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Noruega, Monaco, Liechtenstein, Mónaco y Luxemburo), en África (Leshoto, Marruecos y Suazilandia), en Asia (Brunei, Bután, Camboya, Japón, Malasia y Tailandia) y en Oceanía (Australia, Islas Solomon, Nueva Zelanda, Papua Nueva Guinea, Samoas Occidental y Tonga). Aparte cabe mencionar la línea de emiratos, reinados y sultanatos de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Jordania, Kuwait, Oman y Qatar. Y, por último, también en América subsisten raíces imperiales tras siglos de independencia: Canadá, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Bélice, Granada, Jamaica, San Cristopbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Santa Lucía, Antillas Holandesas y Aruba.
Salvo los dos últimos territorios representados en la corona holandesa de los Orange-Nassau, el resto forman parte del vasto y aún vigente imperio de los Windsor. Y todos comparte un rasgo de curiosa y vencida medievalidad: más allá de su autonomía política con parlamentos y jefes de gobierno propios, conviven en sus arquitecturas institucionales con gobernadores nombrados por la Corona británica a propuesta de los gobiernos locales o del Canciller británico. Figuras que, aunque mero maquillaje
protocolar, no dejan de ser adornos institucionales presentes y palpables en los respectivos sistemas políticos con incómodas reminiscencias coloniales de origen. Los Reyes del siglo XXI en Europa (porque en los países árabes el escenario es diferente) ya no gozan del poder político de sus antepasados. Las constituciones de sus países, forjadas en sus cimientos con las revoluciones burguesas, se encargaron que así sea, restringiéndolos a meros folklores de sus naciones. Como tampoco su popularidad y aceptación se reparte equitativamente. Los tiempos cambian y también lo hacen quienes algún día sueñan con ser monarcas. La dinastía de herederos están avocados a rediseñar su papel en la sociedad, ocupando espacios allí donde las leyes son más laxas, formándose ya no sólo en reglas de protocolo pero en política teórica y pragmática, para que la historia de sus Casas no se deje de escribir con ellos frente a los avances republicanos que siempre fueron su amenaza. Los invito a leer la nota que focaliza, precisamente, en esos príncipes, los reyes de mañana.
Hola a todos! Acá estoy, comprobando que realmente hay algo tan traumático como la página en blanco: la pantalla en negro. Mil gracias a los consejos que me mandaron por twitter sobre blogs y demás hierbas, más que útiles para esta germinación intelectual en curso que terminará... bueno, en lo que vaya a terminar.
no visten con túnicas ni comparten sigilosas cumbres a media luz. Y, sin embargo, lograron someter a un presidente a sus designios. Se mezclan con la gente en la calles y en las oficinas. Son profesores, pastores, admininistrativos y plomeros. Los Birther, tal el nombre que se dieron derivado del verbo "birth" (nacer) son, en definitiva, gente con pocas ocupaciones más que desenmascarar la falsa ciudadanía americana de Obama
Desde la campaña de 2008 y a lo largo de los últimos dos años, los "Birthers" gritaron a los cuatro vientos su teoría conspirativa, generosamente reproducida por los medios republicanos de Rupert Murdoch: Obama nació en Kenia (de donde provenía su padre) o en Indonesia (donde vivió en su infancia). "¿No les resulta extraño que nadie recuerda a Obama de joven sino que su historia comienza ya de grande?", recogió el guante un millonario con sueños presidenciales, Donald Trump, hace no mucho tiempo atrás. El no es un Birther, pero el argumento le vino al pelo. Y tan surrealista como esta enorme intriga de comic es la inequívoca realidad de que un 72 por ciento de los potenciales votantes no saben si creer a Obama o no. (Político).
Por supuesto, los números son mucho más claros si uno los contrasta con otros detalles sobre la identidad de los Birther: las dos terceras partes de ellos respaldan a Sarah Palin como una opción presidencial. Y, entonces, Obama comete el fatídico gag de brindar una conferencia con su certificado de nacimiento en la mano. "You see, men. I`m american". Y obsequia gratuita entidad a un reclamo que se debate entre lo ridículo y lo descartable. Y con ello, al Sr Trump que levantó la bandera. ¿Quién tiene duda que Obama es norteamericano? Los hechos empíricos refutan las teorías, aún las más delirantes entre las conspirativas. Y, como prueba, bastan las noticias.
Primera entrada en mi blog. Realmente, no sé todavía cómo se usa esto así que iré aprendiendo en la marcha. Falta una semana para el casamiento del Príncipe William (Guillermo) y de Kate "Waitie" Middleton y el Reino Unido se divide entre quienes quieren ver al joven príncipe convertirse en Rey y los tradicionalistas que se inclinan por seguir la línea sucesoria que depositaría, eventualmente, la corona en la cabeza de su padre, el Príncipe Carlos, con Camila Parker como Princesa Consorte. Más allá del debate sobre por qué hablamos de monarquías en pleno Siglo XXI, lo interesante aquí es la disputa en el seno de una de las monarquías más grises de Europa y la esperanza depositada en un joven de 28 años para que relegitime a la familia de los Windsor. Les dejo la nota publicada en la revista Noticias de esta semana. Si quieren leerla, pueden hacer 'click' encima. Nos vemos!