miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Quién quiere ser millonario?

El hombre fue honestamente brutal o brutalmente honesto. Y en seguida lo condenaron por ello. Pero en definitiva, se animó a decir, por exceso ególatra o sincericido culposo, lo que muchos piensan sobre la crisis que atraviesa el mundo: alguien está ganando dinero con todo esto, y mucho.

Su nombre: Alessio Rastani, un agente de bolsa independiente que en los últimos días causo estupor tras dar una entrevista en la BBC donde disparó preceptos como "La crisis es un
sueño hecho realidad para aquellos que quieren hacer dinero. Ese es nuestro
trabajo", "el fondo de rescate (europeo) no va a funcionar y el euro se va a estrellar, porque los mercados se rigen ahora por el miedo" y "en menos de 12 meses, los ahorros de millones de personas se desvanecerán. Los líderes políticos no gobiernan el mundo. Goldman Sachs lo hace".

En fin, Rastani no descubrió la pólvora. Quienes lo hicieron, y vaya paradoja, fueron los chinos los que lo hicieron. Los mismos que tienen parábolas para todas las cosas, incluso, para las crisis que pueden ser oportunidades de crecimiento. Pero sus palabras, en momentos en los que la troika FMI-BCE-CE presiona con una nueva ola de ajustes a los países castigados no hace poco menos que quitarles respeto a sus recetas y relegitimar la voz de quienes se oponen.


En este contexto, la inesperada campaña de los millonarios del mundo para pagar voluntariamente más impuestos es, cuanto
menos, sorpresiva. ¿Qué esconden detrás de esta súbita filantropía quienes ayer apelaron a todo tipo de artilugios para esquivar al fisco y ganar favores tributarios de sus gobiernos? Digo, ¿alguien puede creer realmente en el argumento patriótico o, siquiera, en un ejercicio autoimpuesto de armonización del karma en contextos en los que miles de estadounidenses y europeos ven desvancer sus ahorros, casas, sueños y proyectos de vida mientras ellos continúan cobrando bonos millonarios de empresas rescatadas por el gobierno cuando las llamas se avivaban? Difícil.

Creo que, sin embargo, cabría preguntarse cuánto estos millonarios están dispuestos a jugar con nuevas reglas en los sistemas financieros. Nuevos patrones de comportamiento que desalienten la especulación que conlleva irremediablemente a la gestación de burbujas que, más temprano que tarde, terminan por pincharse arrastrando con ellas a miles o millones de perjudicados. Cuánto realmente Wall Street está dispuesta a colocarse voluntariamente el corset que Obama fabricó con su Reforma Financiera, teniendo en cuenta que gran parte de sus máximos referentes desfilaron por la Casa Blanca en calidad de asesores y continúan haciéndolo hoy día.

Quizás, el reemplazo de Austan Golsbee, un economista especializado en la modernización de la economía real y su carácter impositivo, por Alan Krueger, explorador del tema del desempleo como nuevo director de la Junta de Asesores Económicos (CEA), marque mucho más que una simple lavada de rostro al cerebro económico de la Casa Blanca: refiera ttambién a un nuevo ciclo en los planes de Washington donde se corra el eje del poder financiero a las necesidades mundas e inmediatas como un sueldo a fin de mes y la ilusión del consumo suntuoso, el american way of life que Estados Unidos supo exportar al punto de volverlo casi un World way of life. Mientras, gran parte de las acciones adquiridas por el gobierno de Estados Unidos durante la recesión de 2008-2009 ya volvieron a manos privadas y quienes las regentean siguen ganando millonadas. Sincerar los tributos, volverlos progresivos, no cabe dudas que es un acto de rebalanceo del sistema. Pero no ataca la problemática elemental que condujo a la crisis: qué hacen los millonarios con el dinero de sus empresas.

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