sábado, 30 de abril de 2011

Poderes medievales: las monarquías del Siglo XXI

Y se va la tercera. Lo prometido es deuda. Les dejo mi artículo publicado en NOTICIAS sobre los poderes reales en el Siglo XXI, una discusión más que interesante que tuvimos en "No somos nadie" esta semana, a partir de la boda en la realeza británica. Como siempre, si quieren acceder al documento no tienen más que hacer 'click' encima para agrandar la imagen. Abrazos!


 ¿Para qué sirve una monarquía? O, desde otra perspectiva, ¿sirve hoy tener una monarquía? Es interesante la mirada del historiador británico Timothy Garton Ash a propósito de la unión de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton, analizando la superviviencia de una de las Casas más emblemáticas: los Windsor, la "madre de todas las monarquías", como algunos la describieron. Se podrán compartir o no sus argumentos pero no por ello dejar de atenderlos cuando fundamenta la continuidad de la realeza en su significativa contribución al "soft power" británico, el poder de atracción, y sus siempre atractivos ingresos monetarios para el turismo.
A la larga, el balance resulta, si bien no del todo positivo al menos redituable frente a una cabeza de estado presidencialista que tampoco está exenta de cuestionamientos y, en el último de los casos, es mucho más propensa a los tropiezos de corrupción por su activa vinculación política. 

En pleno Siglo XXI, 44 estados reconocen a la monarquía como su forma de gobierno: en Europa (España, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Noruega, Monaco, Liechtenstein, Mónaco y Luxemburo), en África (Leshoto, Marruecos y Suazilandia), en Asia (Brunei, Bután, Camboya, Japón, Malasia y Tailandia) y en Oceanía (Australia, Islas Solomon, Nueva Zelanda, Papua Nueva Guinea, Samoas Occidental y Tonga). Aparte cabe mencionar la línea de emiratos, reinados y sultanatos de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Jordania, Kuwait, Oman y Qatar. Y, por último, también en América subsisten raíces imperiales tras siglos de independencia: Canadá, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Bélice, Granada, Jamaica, San Cristopbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Santa Lucía, Antillas Holandesas y Aruba.

Salvo los dos últimos territorios representados en la corona holandesa de los Orange-Nassau, el resto forman parte del vasto y aún vigente imperio de los Windsor. Y todos comparte un rasgo de curiosa y vencida medievalidad: más allá de su autonomía política  con parlamentos y jefes de gobierno propios, conviven en sus arquitecturas institucionales con gobernadores nombrados por la Corona británica a propuesta de los gobiernos locales o del Canciller británico. Figuras que, aunque mero maquillaje
protocolar, no dejan de ser adornos institucionales presentes y palpables en los respectivos sistemas políticos con incómodas reminiscencias coloniales de origen. Los Reyes del siglo XXI en Europa (porque en los países árabes el escenario es diferente) ya no gozan del poder político de sus antepasados. Las constituciones de sus países, forjadas en sus cimientos con las revoluciones burguesas, se encargaron que así sea, restringiéndolos a meros folklores de sus naciones. Como tampoco su popularidad y aceptación se reparte equitativamente. Los tiempos cambian y también lo hacen quienes algún día sueñan con ser monarcas. La dinastía de herederos están avocados a rediseñar su papel en la sociedad, ocupando espacios allí donde las leyes son más laxas, formándose ya no sólo en reglas de protocolo pero en política teórica y pragmática, para que la historia de sus Casas no se deje de escribir con ellos frente a los avances republicanos que siempre fueron su amenaza. Los invito a leer la nota que focaliza, precisamente, en esos príncipes, los reyes de mañana.

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