domingo, 8 de mayo de 2011

Esa manía del gatillo: Obama, el republicano

La que pasó fue una semana larga, con la muerte de Osama Bin Laden y el escenario que se abrió en Estados Unidos y el mundo. Y realmente estoy en deuda con el blog. Por eso este post viene bien cargadito, de info y de las notas que publicamos en la edición de la revista. Realmente, un documento visual muy interesante que les recomiendo comprar, si es que pueden hacerlo, porque vale la pena. Sino, acá va algo del material para que puedan disfrutarlo.

Barack Obama dio un salto de popularidad del 11 por ciento promedio tras anunciar que Estados Unidos había asesinado a un hombre. Entre el electorado republicano, el impulso fue mayor: del 16 al 24 por ciento de aprobación. No se trataba, por supuesto, de cualquier hombre. Era el terrorista más buscado por Washington y, quizás, por todo el mundo Occidental. Responsable de la muerte de 3000 personas el 11 de septiembre de 2001, y de otras tantas vidas perdidas más en atentados que antecedieron a aquella jornada bisagra del Siglo XXI. Pero el modo cómo se condujo la operación y las contradicciones posteriores para explicarla por parte de los funcionarios de la Casa Blanca deja razonables dudas respecto a si jalar del gatillo fue la primera, la segunda o la única opción.
Sorprende a algunos que Obama haya adoptado la letal resolución. Pero en rigor, fue consecuente con sus promesas de campaña: en 2008, como candidato demócrata, ya había dictado su sentencia de muerte contra el máximo responsable del "Terror". El episodio, juicios de valor, ética y hasta legalidad aparte, es útil también para demoler algunos mitos del bipartidismo estadounidense según el cual los republicanos son los más propensos a jalar del gatillo frente a sus contedientes demócratas.

 En su columna del Washington Post, Ezra Kelin aseguró hace no mucho tiempo que “Obama es un republicano moderado de los ‘90”. En su alegato, focalizaba en aspectos más económicos como los impuestos y el impulso a energías menos contaminantes en la industria para asemejarlo al pensamiento de los republicanos menos ortodoxos de aquel entonces. Pero su afirmación me resulta útil para sumar un nuevo aspecto: el de la Seguridad. ¿Es Obama también un republicano en materia de Seguridad o, en esencia, simplemente un presidente norteamericano?
Es de por si moralmente contradictorio ver a un Premio Nobel de la Paz justificando el asesinato de un hombre, fuera quien fuera, y comandando más guerras que su antecesor (Afganistán, Irak, Libia y Pakistán). Pero no es menos reprochable tampoco que, habiendo fustigado en tantas oportunidades los medios ilegales de Bush y los NeoCon en la "Guerra contra el Terror", el presidente demócrata apele a ellos con la misma regularidad: Guantánamo sigue abierto, los tribunales militares son hoy la única opción de justicia para sus cautivos y hasta el léxico de “combatiente enemigo”, con el sesgo de derechos que contempla, no se ha modificado.
Obama es sólo un caso. Pero, ¿es la excepción o la regla entre los demócratas? Que la historia juzgue: en los últimos cincuenta años, cinco de los diez presidentes que tuvo Estados Unidos, algunos de ellos reelegidos, fueron demócratas. Y ninguno de ellos gobernó sin jalar del gatillo.

Evitemos la década infame. Bill Clinton (1993-2001) fue el último líder demócrata en el Salón Oval antes de Obama. Sólo en el final de su mandato, sobresalen dos casos emblemáticos: Kosovo e Irak. Desde el 24 de marzo y hasta el 10 de junio de 1999, Washington encabezó las fuerzas de la OTAN que arrasaron con Tomahawks los Balcanes. El argumento humanitario fue cesar el genocidio de Slobodan Milosevic pero hubo otra explicación de arrolladora sinceridad de la entonces Secretaria de Estado, Madeleine Albright:
“¿para qué nos sirve tener el mejor ejército si no podemos usarlo?”. Semejante incontinencia bélica no debería haber sido tal teniendo en cuenta que apenas unos meses antes, en diciembre de 1998, ya Washington había saldado sus adicción en el desierto iraquí con su "Operación Zorro del Desierto", una campaña de cuatro días de intenso fuego para castigar a Saddam Hussein por incumplir con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
De Clinton a Jimmy Carter (1977-1981) mediaron dos turnos de Reagan y uno de Bush padre. También el demócrata que impulsó los Derechos Humanos en las dictaduras del subcontinente sudamericano y a quienes los estadounidenses reprocharon su actitud "pasiva" durante los más de 400 días de toma con rehenes de la embajada del país en Teherán en medio de la Revolución Islámica, no dudó en acariciar el gatillo cuando fue necesario. De sus años, data una de las operaciones más costosas de la CIA denominada "Ciclón": el suministro de armas a los militantes muyahidines afganos canalizado a través de los servicios de inteligencia  paquistaníes (ISI) y de los cuales luego surgiría parte de la red terrorista Al Qaeda. “Esa operación secreta fue una excelente idea. El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, escribí al presidente Carter que ahora teníamos la oportunidad de dar a la Unión Soviética su Guerra de Vietnam”, comentó varios años después el entonces asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, entrevistado por Le Nouvel Observateur, una de las mentes más lúcidas de la bipolaridad.
Más atrás en el tiempo, nuevamente hay que saltear dos gestiones republicanas (Ford y Nixon) para toparse con otra administración demócrata. Lyndon Johnson (1963-1969),vice de John Fitzgerald Kennedy y reelecto tras completar su mandato. En sus manos, descansó la firma de  invadir Santo Domingo en 1965, bajo pretexto de una nueva amenaza comunista centroamericana. Y, por supuesto, fue también durante su años que estalló definitivamente el conflicto de Vietnam que venía cocinandose de años anteriores y se prolongaría por 11 años. El último en el rastreo
cronológico es JFK. Paradójicamente, un punto de contacto con el actual presidente, Barack Obama. Ambos jóvenes senadores fueron considerados en sus tiempos íconos de cambios paradigmáticos en la política y sendas amenazas para los intereses armamentísticos. Con todo, también Kennedy jaló del gatillo. La frustrada invasión de Bahía de Cochinos en 1961, un desembarco de fuerzas  anticastristas con entrenamiento estadounidense en Cuba para derrocar a los Castro fue su decisión política. Así como dos años después, en 1963, la resolución de respaldar a través de la CIA el golpe de estado iraquí en manos de los militantes baazistas contra el general Abdul Karim Qasim, el mismo que había depuesto cinco años antes a la monarquía local. Entre los responsables de la limpieza política de opositores que siguió a la rebelión con listas provistas por Langley se cree que figuró el propio Saddam Hussein.
Obama, Clinton, Carter, Johnson y Kennedy. La historia es contundente en pruebas. La decisión del gatillo no es monopolio republicano. En un país donde aún impera la pena de muerte, es un modo de impartir justicia legítimamente. Obama no es republicano. Es un presidente norteamericano.

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